No hubo marcha. Pero no faltará memoria. El Coronavirus atrasó el paso de la multitud, pero nunca podrá detenerla.
El golpe nunca más. Puede oler a latiguillo, pero la afirmación tiene la fuerte convicción de quienes entendemos que la Junta Militar que encabezó Videla y presentó el “proceso de reorganización nacional” fue el desastre y el horror.
La feroz represión no supo de mujeres ni de niños. Se cortó por el medio a una generación que masticaba cambios sociales. Progresista.
La triple “A”, la Alianza Anticomunista Argentina, ideada y comandada por José López Rega, Ministro de Bienestar Social, el influyente monje negro de Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón, había comenzado con el aniquilamiento (de los peronistas con influencia marxista, según su propio pensamiento) que años después, el estado nacional completaría.
El terrorismo de estado no tuvo contemplaciones y desapareció a toda una generación. 30 mil almas. 30 mil ilusiones. 30 mil compañeros, padres, madres, hijos, hermanos, familia.
Muerte, robo, saqueo, apropiación de personas, apropiación de los bienes de las personas, tortura, alevosía, muerte sin juicio previo, fusilamientos, vejaciones, secuestros, allanamientos, violaciones permanentes de los derechos humanos. Eso fue la dictadura.
La clandestinidad del gobierno nacional, no votado, no elegido. El 24 de marzo de 1976 es un sello de tinta indeleble.
Por eso, las rondas de las madres de Plaza de Mayo resultaron determinantes en la formación de “otra mirada” hacia el estado asesino. La complicidad de sectores sindicales, de la iglesia católica, de algunos políticos y de la argentina aristócrata y capitalista, lograron sostener siete años, un plan de muerte física, de represión ideológica y de saqueo económico.
Hoy, 44 años después, mientras seguimos juzgando a los responsables de la más cruenta dictadura militar de toda nuestra historia:
NUNCA MÁS.
