EL FÚTBOL LLORA LA MUERTE DE CACHO

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Nota con logoCACHOGANÓ EL CLÁSICO CON LOS 2. A la izq. en el 2018, festejando el triunfo de IDSC. Esa noche, dirigió el único clásico desde el banco de Independiente y su equipo ganó 1-0. A la der., la cara de pícaro volviendo del festejo de uno de los goles de Vélez en el clásico del 4-0. Fue en el 2007. Nadie pudo imitarlo. No hay otro DT que no siendo de Oliva, haya dirigido y ganado el clásico con las dos camisetas.

Una de las últimas noches de diciembre de 2006, Gustavo Mancini, a cargo del fútbol velezano, presentó en sociedad a «un hombre que es de Las Perdices, dicen que dirigió por todos lados». Esa fue la primera expresión que escuchamos. Pocos minutos después, estábamos conversando mano a mano, por primera vez y como se mostraba seguro que iba a poder, en una liga que no conocía, le tiramos la pregunta: Y por qué está tan seguro de que su equipo será protagonista?. Entonces -él, que lo llevaba todo anotado- sacó la tabla de posiciones del año que terminaba y me dijo «mire, esta es la cantidad de goles que tiene el campeón (16)… y mis equipos andando mas o menos, alcanzan y superan esa marca»…
Todavía no habría cumplido los 65 años. Una melena que le apoyaba en el hombro y un poco más y su tono poco cordobés, había despertado nuestro prejuicio. De entrada había dejado ver su idea: jugar al ataque. Pero pensamos que era uno más.

Le costó entrar. Su equipo perdió la copa ciudad de Oliva y en el clásico de la Copa Confraternidad FM Joven -qué casualidad, después sería cuota parte de nuestro equipo periodístico- en un 2-1 en favor de IDSC, las dudas aumentaron. Pero esa noche, declaró que su equipo había mostrado «algo» de lo que pretendía. Se jugó a partido único y fue.
En el certamen, llegó al clásico de la cuarta fecha sin triunfos, y una derrota hubiese calado hondo. Pero el equipo arrolló con una goleada que mereció el título PASCUATRO -se jugó el domingo de Pascuas de Resurrección- en tono con el resultado final: 4-0. Allí nació casi un idilio. La gente de Vélez no tardó en reconocerlo. Cacho había dejado su sello. Ya no le decíamos Fiantino, con t, como cuando llegó. Y como todos, empezamos a quererlo.

Describir su estadía en Oliva es contar en gran parte su vida. Su andar bonachón, su voz clara y sus fuertes convicciones, también comenzaron a marcar su paso por la ciudad. Su primer etapa terminó a mediados del 2008, sin los mejores resultados deportivos, pero dejando una legión de amigos.
Regresó a la V unos años más tarde para dirigir divisiones inferiores y para ser coordinador. En el 2016, dirigió el plantel de fútbol femenino y armó un grupo a base de confianza. Una inmejorable oferta de Atlético Ticino lo devolvió al ruedo de primera división, pero después dijo adiós. Unos meses después, llevó al subtítulo al plantel de fútbol femenino de la provincia de Córdoba, representando al país en los juegos Bi-Nacionales de Chile.
En el clausura de 2018, IDSC, casi casi, el rival de toda una vida -en Oliva, claro- lo convocó. No pudo clasificar por diferencia de goles, pero volvió a dejar su sello. Su franqueza era desbordante. Se fue habiendo ganado el clásico que lo dejó a Vélez sin clasificación. Pero, todos lo querían. Al que aplauden de los dos lados, es por algo.

Acuñó varias frases célebres como «más falso que dólar celeste» para referirse a quienes su olfato le señalaba como poco confiable. Generalmente no le fallaba. Devolvió la plaqueta que en su pueblo le entregaron antes de un partido. No le gustó lo que le gritaron y su corazón bohemio fue hasta Rosita, se la pidió y la devolvió. ¿ No es genial ?.
El dolor de todos cuando se conoció la noticia de su muerte, fue interminable. Desde Pablo Guiñazú, el «Cholo», al que hizo debutar en la primera de Acción Juvenil de General Deheza a los 14 años, hasta el más humilde de los jugadores de barrio que ud pueda imaginar.
Cacho se apagó en las primeras horas del jueves 17 de septiembre. No parece casualidad que haya sido en el Día del Profesor.
Lo era. Los conocimientos dichos desde el corazón, son imborrables.
Daba la práctica con la misma fortaleza y dedicación en un equipo encumbrado, poderoso o en un grupo de chicas que se iniciaban recién. Decía que el DT tenía que dar lo mismo para un grupo de 30 o para un solo deportista. Porque nunca hizo diferencias, una de sus grandes virtudes.
Era capaz de viajar 80 kilómetros en moto -como hizo dirigiendo en IDSC- para llegar hasta el entrenamiento cuando un paro de colectivos, hubiera excusado a cualquiera.
Era capaz de de esperar cinco horas en una terminal cualquiera, a «molestar» a algún conocido, de los miles que tenía. De hecho, la noche que arregló con IDSC, llegó a Villa María más tarde que el último colectivo que lo depositaría a medianoche en Las Perdices y tras avisarle a «Rosita», esperó en la gélida noche villamariense el próximo. Llegó a las 7.00.
Era capaz de andar con su mascota -la Peki, la más conocida- a cuesta, para no dejarla sola. Le tiraba la campera arriba, para que el chofer no dijera nada y así viajaba «yo creo que saben que la llevo, pero como nos vamos al último asiento y viajan pocos y la Peki ni ruido hace, nadie me reta, pero creo que se dieron cuenta»… decía, intuyendo la complicidad del conductor.
Cuando llegaba al club, abría la puerta de la pieza y primero le daba de comer a sus «nenas» adoptivas y después, acomodaba el bolso. Los animales lo seguían. Tenía un corazón con imán.
Cacho vivió como quiso, responsablemente libre. Sin ataduras. Sin tranzas. «Pase lo que pase -me decía en un mensaje del martes 15 de septiembre, ya internado en la Clínica de la Familia-  estoy super tranquilo porque no soy TERMINATOR (con mayúsculas, reforzando la afirmación) y los casi 79 !!! LOS VIVÍ A MI MANERA !!! jaja», a las 2.27 pm.
A la noche, un minuto antes del cierre del día (11.59 pm) se mostró contento y tarde dejó un «Ahí apareció Nicolás, aprovechando que mi pieza daba a la calle» decía con orgullo tras la visita, vidrio mediante, de su hijo, «el Nico».

El martes había ingresado a la Clínica de la Familia con una neumonía que le había comprometido los dos pulmones («Eso me dijo el dr. Sosa» me escribió) y el jueves la noticia de su muerte fue un fuerte sacudón. Un paro cardiorespiratorio lo dejó sin vida, pero con una huella imborrable.
Su impronta quedaba reflejado cada día. «Criatura de Dios» o «Virgen de Luján» eran latiguillos de cabecera pero también, ante un tipo vivo decía «este juega a la mancha con los aviones». Conocedor de la vida, hacedor de una dialéctiva medida para decir la palabra justa en el momento adecuado. Sabía todo, del fútbol y de la vida.
Se fue a Estados Unidos a dirigir por dos meses, contó: «Al regreso Rosita me tenía el bolsito armado». La razón «es que me quedé dos años»… contó alguna vez entre risas. Y si no mal recuerdo, del reencuentro llegó Sol «la menor de los Fiandino» decía siempre emocionado.
cacho 3Un trotamundos que visitaba ópticas y tuvo un restaurante. No tenía miedos. La excepción fue la tarde del partido decisivo entre Atlético Tucumán y River. «Me equivoqué de puerta, de lugar, y la verdad, sentí miedo por primera vez, me había desorientado, pero una persona me ayudó, me tranquilizó, cómo será que ni me di cuenta que habíamos empatado el partido», me había confiado. Es que era capaz de estar a la mañana en Córdoba y a la noche en Tucumán sin pausas. «Yo solo tomo esto» decía. Una pastilla para la tensión.
Su calendario parecía estar detenido en el tiempo, nunca se lo sintió quejarse por un dolor. Viajó mil veces de regreso con temperaturas bajo cero. Viajó mil noches por lo que tanto amaba: el fútbol.
Amigo de Carlos Bianchi, «del Daniel» Willington («nos hicimos amigos en Vélez, allá en el 60 y tanto»), del «turco» Osvaldo Wehbe y de otras tantas estrellas de este mundo. Me llevó de la mano a conocer al «Cholo» Guiñazú. Cuando llegamos a la Boutique y el «Cholo» lo vió, en el portón de acceso, detuvo su marcha, se bajó y hablándole mientras se acercaba le decía «Cacho, que hace ahí, pase, pase…». Entonces los cientos de simpatizantes que esperaban en el portón vieron como el extraordinario jugador llevaba casi de la mano -como a un padre, le juro- a quien 30 años atrás lo había echado a andar en el mundo del fútbol. Guiñazú tiene mucho de Cacho. Destilan nobleza. Y eso es algo que no se puede cuantificar. Sólo se disfruta en su compañía. Se admira.

Estaba mejor, por eso, la triste sorpresa de su partida. «Tranquilo, hoy no tuve fiebre. La frecuencia cardíaca subió»… decía en otro mensaje esperanzado en superar la situación.
Cacho se lleva el mejor de los recuerdos. Su muerte golpeó duro el ambiente del fútbol del interior. Pero como escribieron por ahí «solo mueren los que son olvidados. Cacho vive en nuestro corazón».

One thought on “EL FÚTBOL LLORA LA MUERTE DE CACHO

  1. Una nota que me permite homenajear al gran Francisco Fiandino. Crack. Un maradoniano admirador a ultranza de Lionel Messi. El que lo critica, es porque nunca lo vió jugar. Y se reía de los que decían «no canta el himno». Buen viaje querido Cacho.

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