DIEGO, EL DESCAMISADO DE LA PELOTA

Nota con logo11

Los grandes no mueren. Solo escapan del asedio. El Diego no morirá jamás. Grande entre los grandes. Si no lo cuidaron, que se haga justicia, pero a los amantes del 10, ver al pibe mediáticamente más “comprometido” que el mismo Diego, ese Leopoldo Luque, transmitió más dudas que certezas. Pero pensamos que era inmortal.
Uno busca alguien a quien echarle la culpa. El dolor es mayúsculo. El vacío también. Diego ha muerto. El mundo se paraliza por un instante. La noticia repiquetea el corazón de millones y millones de personas. Porque fue bandera. Porque se peleó con los que todos queríamos pelearnos. Nos representó. Esquivó la mano de Havelange en el 90, cuando vio que la copa del mundo se la llevaba el equipo alemán.
Lloró y sufrió la derrota, pero más, la humillación del poderoso. Así lo sintió y lo dijo. Es tan grande el amor por Maradona, porque fue tan grande su liderazgo.
Probó la opulencia de las pieles y se dio cuenta que no eran para él. Cambió Miami por La Habana o Cartagena.
Se sentó a la mesa de los ricos, pero nunca se olvidó de los pobres, del sufrimiento ajeno.
Eligió la fogosidad napolitana y 100 mil almas lo fueron a recibir. Venía de la corona española y eso, que parecía nunca suceder, fue posible…
Alzó la bandera del sur empobrecido y la defendió con su natural talento adentro y con su cultura forjada desde el barro, siempre filosa, contundente y acertada, afuera.
No terminó el secundario. Tiró guita, pero antes “paró” a toda su familia. Cumplió el sueño de cualquier pibe: comprarle la casa a los viejos. Y lo hizo con apenas 18.
Fue amigo de sus amigos. El mundo futbolístico no solo lo llora. También lo ama.
En Nápoles lo compararon en poco tiempo con el San Genaro patrono y ahora, hasta le cambiaron el nombre al mítico estadio San Paolo. Se llama como Diego.
El mundo lo llora.
Y llora al que quiere. Lo adoran hasta el límite de lo inimaginado.
Por lo que hizo dentro de la cancha y por su lucha impostergable.
En el poder, eligió la incomodidad del que lucha, del que no concede. Fue el primero en enfrentar “a la mafia de la FIFA” y años después, terminaron todos presos.
Te llamaba en las derrotas, como dijo Mou “cuando nadie te llamaba, porque después de los triunfos te llaman todos”.
Lo mismo dijo hasta Michael Platini. Un crack fuera de serie capaz de armar un picado en el barro, cuando Nápoli no lo dejó jugar en su estadio, porque no usaría su camiseta. Se fue al barrio, jugó 12 contra 12, enloqueció a la gente que no podía creer que su líder, estuviera a la vuelta de la esquina.
En cada país del mundo hay alguien que llora a Diego.
Alguien que cuenta que haberle ganado y humillado a los ingleses no era solo cuestión de argentinos. También de los pueblos que sufren la opulencia y el atropello de las grandes potencias.
Sin querer, escribió todo lo demás, del camino que inició Rattín. Aquel que se sentó en la alfombra real tras su expulsión en Wembley durante la copa del mundo del 66 que ganarían los inventores del fútbol.
Diego hizo todo lo demás.
El gol con la mano vale doble.
Vale, en la imperiosa necesidad de decirle al mundo que es posible vencerlos. Pero mejor, humillarlos. Y por si algo faltaba, gritarles en la cara el mejor gol de la historia de la humanidad futbolística.
Gracias Diego.
Por respaldar con una postura desafiante, tu fútbol genial.
Que el pibe nacido en Villa Fiorito, en Lanús, sea rey, molestó a los malditos oligarcas de siempre.
No otra cosa.
Siempre que los descamisados tienen un ídolo, alguien en quien creer, el poder hace fila para destruirlo.
Será imposible.
El amor es más fuerte.
Nos levantamos temprano para verlo jugar en Tokio y dar la vuelta olímpica, todavía pibe, pero ya el mejor del mundo.
Es que nadie jugaba como él. Nadie.
Todos recordamos un gol del Diego. Vivió con nosotros más de cuatro décadas, porque su vida fue pública. O mejor dicho, vivimos con él.
Lo amamos, porque fue por todo el mundo llevando su fútbol como bandera talentosa y rebelde.
Es el D10S del fútbol y el fútbol es el único deporte que nos iguala.
Maradona es y será. No habrá nunca olvido.
El fútbol del lobo platense nos dio la posibilidad de “comenzar una despedida interminable”.
El 25 de Noviembre de 2020, cerca del mediodía, Diego dijo basta.
El hombre más popular del planeta comenzaba su última jugada. También celestial.
Diego es único: no morirá jamás. Solo que esta vez, guardó por un rato la pelota.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *