LA HISTORIA REAL DE LOS PUCCIO: LA SAGRADA FAMILIA

En 1985, cuando salió a la luz el caso Puccio, el país entero se prendió de una morbosa novela por fascículos que tenía como protagonistas a sus mejores vecinos.

Por Cristina Aizpeolea (fuente: La Voz del Interior)
La tapa y las ocho páginas a todo color que le dedicó la Revista Gente el 29 de agosto de 1985 a la caída del clan Puccio, días después de que los policías irrumpieran en la casona de San Isidro y rescataran de una cama encadenada en un sótano a la empresaria Nélida Bovini de Prado, sirven hoy para promocionar El clan, la última película de Pablo Trapero, que llega a las salas esta semana.

clan 2Abrochadas en un extremo con un ganchito, esas mismas páginas con colores saturados, sin más intervención que su reimpresión en papel de alto gramaje constituyen el único material de prensa para agitar la expectativa por el estreno. Bien por la decisión de la producción. ¿Para qué más?

Hojear esas páginas es experimentar otra vez la novela por entregas en que se convirtió el caso por aquellos años, cuando se descubrió que el contador Arquímedes Puccio, ese vecino gentil de San Isidro al que le gustaba limpiar su vereda, esposo ejemplar y padre de cinco hijos (todos deportistas y estudiosos) encabezaba una organización dedicada al secuestro extorsivo. Y todo indica que lo hacía de pura codicia, para poder seguir el tren de vida que quería para él y los suyos.

clan 3La confesión de los Puccio, tituló Gente a la semana siguiente, y desplegó las fotos del rugbier Alejandro Puccio, el puma más lindo y querido del Club Atlético San Isidro (Casi), sonriente, descolocado, esposado, mientras sus compañeros, su entrenador y sus amigos garantizaban a coro su inocencia a pura convicción.

Dígale a Alex que lo quiero, fue otro título de aquellos días, esta vez para reproducir el mensaje de Mónica, la joven novia de Alejandro, al policía que trasladaba al rugbier al penal.

Así me secuestraron los Puccio, completaba el informe, con el testimonio en primera persona de la empresaria sobreviviente, en cuatro páginas.
Cada nuevo detalle no hacía más que alimentar la avidez por el próximo dato. Y hacia allí iban los equipos periodísticos de Gente, Somos o La Semana, por citar algunas de las revistas que alimentaban la voracidad por el caso. ¿Quién se puede resistir a consumir una historia macabra que tenía como protagonistas a los mejores vecinos de la cuadra?

En capítulos posteriores se supo que «Arqui» usaba su don de gente y sus buenas relaciones para elegir a las víctimas, que eran del círculo de sus amistades y que,  justamente por eso, no podían terminar menos que muertas luego de que alguien pagara miles de dólares de rescate. ¿Sabía su esposa, Epifanía Calvo de Puccio, profesora de Contabilidad en el colegio de Martínez, lo que ocurría en su propio baño? ¿Los chicos colaboraban? ¿Estaban amenazados? ¿Marcaban a las víctimas?

Entonces, la novela por entregas ponía el foco en la mujer del empresario asesinado o escarbaba en la intimidad de una amistad traicionada. Y allí estaba el camastro sucio o las fotos de la bañadera donde los alojaron para comprobar el mal, todo matizado por las viejas conexiones políticas de Puccio con la derecha peronista o los repetidos intentos de suicidio de Alejandro, que juró y perjuró que no tuvo nada que ver con la actividad de su padre y se llevó su verdad a la tumba, en 2008.

También Arquímedes Puccio se murió en 2013, y antes refutó ante las cámaras de televisión todas las aberraciones que le adjudicaron las pruebas. Después de 23 años preso, se estableció en General Pico, La Pampa, gracias a la solidaridad de un pastor evangelista. Desde una cama, convalenciente de un ACV, negó hasta lo innegable.

Además de la película de Pablo Trapero que llega ahora a los cines, el derrotero de esta familia inspiró la miniserie El clan Puccio, con las actuaciones de Alejandro Awada, Cecilia Roth y el Chino Darín, bajo la dirección de Adrián Caetano, que se estrena el mes próximo.

La historia fue también leña seca en combustión para dos libros. Uno del periodista Rodolfo Palacios, que lo entrevistó por última vez para El Guardián (Confesiones de un viejo indecente) y luego reescribió para Brando un reportaje memorable sobre esa visita. Y otro de Cecilia Navarro y Héctor Franco, que rescatan en la tapa una declaración de Silvia, la hija mayor de los Puccio: «Papá lo hizo por nosotros».

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